La pobreza en la Argentina alcanza al 43,1% de la población y afecta a más de 18 millones de argentinos. La indigencia es del 8,1%, según el último informe del Observatorio de Deuda Social de la UCA.

La pobreza multidimensional alcanzó al 39,2% de la población en el tercer trimestre de 2022, en tanto la pobreza por ingresos fue del 43,1% y la indigencia del 8,1%, según el nuevo informe dado a conocer hoy por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), niveles que podrían haber resultado mucho más altos sin la intervención del Estado en materia de ayuda social.

En la presentación del relevamiento, el director de investigación del Observatorio, Agustín Salvia, subrayó que de no haber mediado la intervención del Estado a través de diferentes medidas de asistencia social, la indigencia se habría elevado al 19,6% y la pobreza por ingresos al 50%.

En ese marco, Salvia destacó que en 2022 «se redujo la indigencia» respecto de los terceros trimestres de los últimos tres años (8,4% en 2019, 9,8% en 2020 y 9% en 2021).

Asimismo, sostuvo que en gran medida por esa ayuda social «no hubo un aumento explosivo» de la pobreza sino «un mantenimiento», con pequeñas variaciones «irrelevantes» desde el punto de vista estadístico.

Al respecto, Salvia indicó que el gasto social representa actualmente aproximadamente el 17% del Producto Bruto Interno (PBI) y «sin esos recursos, la pobreza hubiera crecido mucho más».

A diferencia de la medición tradicional por ingresos, la UCA realiza habitualmente un relevamiento de pobreza multidimensional, que incluye variables como alimentación y salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente saludable, accesos educativos y empleo y seguridad social.

En esa medición, la matriz en el tercer trimestre de este año señala que el 39,2% de la población es pobre multidimensional, el 29,5% está en el grupo de los «no pobres por ingresos pero con privaciones no monetarias», el 3,7% en el de «pobres por ingreso sin privaciones no monetarias» y el 27,6% restante no son pobres ni tienen carencias no monetarias.

En la presentación, Salvia sostuvo que «las políticas de los últimos 40 años han fracasado» y que más allá de las identidades de los sucesivos gobiernos «la escapatoria del sistema político fue favorecer el consumo, olvidándose de la inversión», que en el largo plazo tiende a generar mejores condiciones de trabajo.

«El consumo es utilizado como un mecanismo para producir equilibrios y consenso social», apuntó el especialista.

Salvia advirtió que «se acumulan dos generaciones de pobres y ya estaríamos en el inicio de la tercera, por ausencia de modelos de inclusión con eje en el trabajo».

Agregó que «si bien hubo ascensos y retrocesos» en las últimas cuatro décadas, «los buenos momentos duraron poco» y, por lo general, se dieron como «efecto rebote» después de períodos de crisis.

Al respecto, advirtió que «con cada crisis aumentan los índices de pobreza, a la vez que con cada período de recuperación no logran recuperar el punto de partida».

«Las crisis dejan marcas de deterioro productivo, social y político que resultan de difícil contabilización estadística», indicó Salvia, al tiempo que puntualizó que «ciclo tras ciclo la sociedad argentina viene acumulando una pobreza estructural, crónica y persistente, con brechas de desigualdad creciente que inhiben el crecimiento y ponen barreras a los acuerdos sociales y políticos».

En ese sentido, sintetizó que en los últimos años «cuatro de cada diez personas están en condiciones de pobreza y uno de cada diez en indigencia, detrás de un mercado de trabajo muy segmentado».

Salvia remarcó la heterogeneidad dentro del mercado laboral, al punto que «es mayor la desigualdad al interior de los trabajadores que la diferencia entre las ganancias de los empleadores y los salarios en general».

El aumento de la informalidad laboral generó un crecimiento de la población sin vinculación al Sistema de Seguridad Social, que en la actualidad abarca al 32,6% de los hogares.

Entre los principales datos del informe del ODSA de la UCA, se destacan que la pobreza por ingresos alcanzó al 43,1% de las personas (aproximadamente unos 17 millones) y el 32,7% de los hogares.

Un dato relevante del informe es que en la franja de hasta 17 años, la proporción se eleva al 61,6%.

El relevamiento detalló que el 51,7% de la población vive en hogares que tiene al menos la cobertura de un programa social, porcentaje que aumenta al 65,6% en el caso de los habitantes de hogares con presencia de por lo menos un menor de edad.

Dentro del 39,2% de población en condiciones de pobreza multidimensional, un 16,6% se encuentra en situación de pobreza multidimensional no estructural y un 22,6% en pobreza estructural.

En una simulación de la evolución de la indigencia sin el aporte de la Asignación Universal por Hijo (AUH), el ODSA precisó que el 9,9% de la indigencia observada en 2020 hubiera sido del 24,8%, la del 9% de 2021 treparía al 16,9% y la del 8,1% de 2022 al 17,8%.

La diferencia habría sido mayor si, además de la AUH, se excluyeran otros programas y pensiones no contributivas, llegando al 27,7% en 2020, 18,9% en 2021 y 19,6% en 2022, siempre considerando el tercer trimestre de cada año.